La suerte NO SE OLVIDA

Ha retumbado en mi mente como una
melodía callejera esta frase.
En un momento, mil veces.
Qué cierto y qué bello, que las
casualidades son el nombre que la vida
pone a los fallos en el destino, lo sé.
Y que el destino es el nombre que la
vida le pone al conformarse, también.

Pero hay personas, momentos, segundos
en nuestra vida, que parecen salidos de
una película de cine alternativo, de un
cuadro abstracto, de una poesía escrita
a verso libre, de unos labios rebeldes y
seguros como los míos al hablar de ti.
Esto, para mí, es tener suerte.

De la buena. De la que llaman fortuna.
Coleccionar esos momentos, apreciarlos
cuando ocurren, asegurarnos la sonrisa
con ellos como si de un arnés para la
felicidad se tratara -sólo uno sabe las
veces que tiene que tirarse al vacío- es
la tan anhelada suerte.

De ella nacen tantas cosas como
estrellas cuentas cuando consigues
salir de esta puta ciudad a ver un poco
de cielo sin contaminación.

De esa suerte llegarán las caídas al
vacío, los despropósitos y las etapas
cuesta arriba en la carrera a
contrarreloj de nuestra vida.

Será entonces, cuando esa suerte dé a
luz a la nostalgia, que tantas veces se
viste de canción, para sonar en bucle
en nuestro cerebro, para que al menos,
las ostias, bailen algún compás.

Pero no es esta nostalgia felina, tan
de luna y de tejados lo importante, lo
importante es el cómo la usamos.

Y de ahí, cuando la usamos como abono,
para que aunque al principio huela un
poco a mierda, logremos florecer.

Ahí, cuando ya no somos quienes éramos,
cuando parece que hemos cambiado de
etapa en la carrera, es cuando la
nostalgia pierde sentido.
Pero aún recordamos, porque la suerte,
no se olvida.

Informa: Tamara Martín

 

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