Les han dejado ir,
ya no hablan entre ellos,
ya no palpitan sus hojas,
les han dejado ir con el hacha en sus raíces.
A sus pies el río
inclinaba sus aguas,
a sus pies las aguas
se dejaban besar en los amaneceres.
Se queja el río de su soledad,
se quejan las acacias de su mala muerte,
los vecinos no entienden el crimen masivo,
las calles se rebelan contra su desnudez.
A sus pies el río
ofrecía sus aguas,
a sus pies las aguas
pintaban amores en los atardeceres.
Se lamenta el río en su soledad,
y busca con afán entre los troncos huecos
una lluvia de abril como la del poeta.
Y se duele el río en su soledad
de los cielos rasos de octubre,
de las dentelladas a destiempo,
de las ramas verdecidas decapitadas.
En la ribera abandonada
los estorninos se camuflan bajo las hojas verdes,
y los gorriones molineros emigran aguas arriba.
A la ribera del Manzanares
ni el otoño se acerca para escribirle un verso.
Informa: Concha Morales
Fotografía: Luis E. Quintana