Tú no comprendes nada
de esta violencia incómoda,
arrinconarte contra la ventana
bruxarte en el oído.
Aunque me tocas los poros
y un calor de vaho empaña los pelitos de mi brazo, arrancas
tramos de mi epidermis, adivinas
mi humedad reptil.
Me escuchas a siglos de distancia.
Se clavan en un sector de tu frente
tecnicismos tuyos y míos que no entienden la desnudez.
Me duermo rechinando la dentadura
afianzo tus uñas en mi seno izquierdo:
quiebro a ratos,
la malintencionada forma en que nos abrazamos.
Pegas saltos de langosta en la madrugada.
Yo hago nidos en la tierra de la alfombra
para alejarme de la arritmia que emite tu cuerpo a diario.
Informa: Graciela Olave Ramos
Fotografía: Nelson Gómez