Donde las calles se cruzan,
esperando a que la lluvia cese…
Qué rápido camina el viento.
Las gotas de lluvia gritan al caer
mientras los rayos de luz se ocultan
y los truenos retumban en las montañas.
Pasaste corriendo como si fueras
parte de ese viento apresurado,
empapada de pies a cabeza con un
par de versos en tu mano derecha y
con la otra cubriendo tu rostro.
¡Detente!, pensé. Y como acto de
magia o del cansancio de tus pies
detuviste tu marcha, te cubriste
en aquella esquina donde cruzan
a diario corazones sumergidos en
miel y otros tantos sangrantes al caminar.
No sé si eres lo que necesito para
ver de nuevo los rayos de sol
asomarse entre las nubes, para
clavarle como un hipócrita el puñal
del olvido a soledad, mientras limpio
este corazón sangrante, para que
tú puedas habitar en él y siembres
aquella semilla del amor.
Culpamos a la lluvia de arrastrarte
hasta mí, culpamos la tormenta de
amanecer en tu lecho aquel abril
donde el viento soplaba a gran
velocidad, dejando atrás su alma…
Qué culpable es la lluvia, qué
jugada la del destino limpiando mi corazón.
Informa: Julián Gómez.